Roser Bru: Exilio, Arte y Resistencia

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El arte de Roser Bru (1923-2021) es un testimonio de la memoria, la resistencia y la vitalidad que definieron su vida. Exiliada de la Guerra Civil Española, encontró en Chile un nuevo hogar y una nueva lucha. Su obra, marcada por la huella del desarraigo y la potencia punzante del recuerdo, sigue resonando como una voz que nunca se apaga a lo largo de cada una de sus obras.

Nacida en Barcelona en 1923, Roser Bru llegó a Chile en 1939 a bordo del Winnipeg, el barco que el poeta Neftalí Reyes embarcó para salvar a cientos de republicanos españoles. Aquella travesía marcó el inicio de una nueva etapa para la joven artista, quien en Chile encontró un refugio, pero también un campo fértil para su creatividad. 

Su formación en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile la conectó con el círculo artístico del país, sumergiéndose en un ambiente donde su arte pudo florecer con libertad y pasión. Sin embargo la semilla de la libertad la cultivó paso a paso, se mostró fuerte y directa ante la persistencia excluyente del arte femenino, marcando un camino de valentía y carácter. Un ímpetu que admiraba y alentaba a las artistas emergentes a darse un espacio para mostrar, desde lo más íntimo de sus vivencias, sutilezas, amores y agonías en técnicas que les hacían vivir, por ese momento, la libertad absoluta, convirtiéndose en una defensora de la mujer que necesitaban como a lo largo de la historia, crear y transmutar su Templo Interior en arte.

Su obra se nutrió de su historia personal y colectiva. La memoria de la Guerra Civil, la violencia de las dictaduras y la presencia constante del exilio se convirtieron en temas recurrentes en su producción. Pinturas, grabados y collages revelan rostros fragmentados, cuerpos en tránsito, heridas abiertas por la historia. Sus trazos expresionistas y su exploración de materiales le dieron una voz propia dentro del arte latinoamericano, donde la figura femenina y la identidad fueron ejes fundamentales de su discurso.

Pero más allá de la historia y la denuncia, en su obra también se percibe una dimensión esotérica y simbólica. Roser Bru exploró lo invisible a través del arte, recurriendo a imágenes de alquimia, referencias a lo místico y una búsqueda de significados ocultos en los rostros y cuerpos que plasmaba. Su trabajo reflejaba la inquietud por las energías que habitan el tiempo y el espacio, por la memoria que trasciende lo tangible y se convierte en un flujo de signos y señales. Su obsesión por el pasado no solo respondía a la historia, sino a una necesidad de conectar con lo trascendente, de hallar en el arte una forma de comunión con lo sagrado y lo enigmático.

A lo largo de su trayectoria, Roser Bru fue una incansable exploradora de técnicas y formatos. Desde la pintura hasta el grabado, pasando por el arte textil y la instalación, su lenguaje visual se mantuvo en constante evolución. Su capacidad para resignificar imágenes del pasado, para darles un nuevo sentido en el presente, hizo de su obra un puente entre generaciones, un eco de la memoria que nos interpela a todos.

En 2015, su legado fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas de Chile, un homenaje a una vida dedicada al arte y a la denuncia. Roser Bru no solo pintó la historia, sino que la desafió, la desenterró y la transformó en una fuente inagotable de reflexión y emoción. 

Hoy, su obra sigue viva. En cada trazo, en cada imagen rescatada del olvido, late la energía de quien nunca dejó de resistir, de quien convirtió el arte en un acto de memoria y lucha. Roser Bru nos recuerda que el exilio no es solo un desplazamiento geográfico, sino una herida que solo el arte puede sanar.

Conoce su obra aquí: https://roserbru.cl/web/museo-virtual/

Por Allison Moya, Logia Mediodía N°49 de Santiago.
Fotos: Luis Poirot 2011 y uchile.cl