Solsticio de Invierno, Buscando la Luz Interior

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Desde los albores de la humanidad, la naturaleza es una preocupación constante del ser humano. La observación fue la herramienta primaria para tratar de entender una serie de acontecimientos que para él eran ininteligibles. Tal vez haya sentido temor y respeto por ese astro brillante que atravesaba el espacio, que se levanta por el oriente y se esconde por occidente, lo que motivó a nuestros ancestros a observar la bóveda celeste y relacionarla con nuestra propia existencia. 

El Sol preside nuestra vida en el planeta, brinda fuerza y energía creadora a la naturaleza. Desde siempre el hombre ha esperado la salida del sol para recibir su luz y calor y así iniciar lo que hoy llamamos la jornada laboral, pero inexorablemente este acontecimiento trae aparejado el momento del ocaso y el anochecer que se caracteriza por la oscuridad y el frío; este momento marca lo que hoy reconocemos como el fin de la jornada laboral o momento del descanso.

El fuego es el símbolo terrestre que representa al Sol en la Tierra y este hombre primitivo distinguió la diferencia entre dos épocas: una de frío y otra de calor. Y fue más allá aún, observó que el Sol en su eterno movimiento, parecía detenerse por un corto periodo de tiempo. Este fenómeno en particular es lo que hoy denominamos Solsticio. El vocablo viene del latín “Solis Statio” o Sol detenido.

El aparente ir y venir del Sol determina cada partícula de la Tierra. Es de la danza cósmica que hace la Tierra a su alrededor, de rotaciones y traslaciones, de donde proviene el equilibro de la vida. Es en los Solsticios y Equinoccios donde se definen el tiempo y el espacio el ritmo de nuestra vida que comparada con el cosmos parece tan exigua.

Celebración de la Masonería

Los Solsticios son dos: el de invierno, regido por la figura de Juan Bautista, que la Masonería celebra en el mes de junio, y el de verano, regido por la figura de Juan Evangelista, que se celebra en el mes de diciembre (ambas fechas son válidas para el hemisferio sur). 

Astronómicamente los Solsticios pueden definirse como la instancia del año donde se experimenta la mayor diferencia en la duración del día y la noche. Solsticio de invierno, día más corto y noche más larga. Solsticio de verano, día más largo y noche más corta.

Nuestros hermanos mapuche, que poblaron regiones cisandinas y transandinas, celebran del 21 al 24 de junio el We Tripantu o Año Nuevo Mapuche. Para ellos es una fiesta de agradecimiento por la vida que se renueva, en que el invierno empieza a retroceder propiciando un nuevo año para la agricultura. Dialogan con el Sol porque lo consideran un dios vivo, en esta fiesta se comunican con el Cosmos. 

Al igual que nosotras las masonas, entran en un estado de reflexión mientras la tierra descansa. En esta celebración solsticial nos preguntamos: ¿Alcanzamos las metas que nos propusimos al comienzo del ciclo anterior?, ¿Realizamos nuestros más profundos anhelos? La respuesta está en nuestro interior.

 Las fiestas solsticiales tienen un gran significado iniciático. Nos recuerdan el Sistema Solar y el Universo, así como la vida y la muerte se suceden armónicamente en un ir y venir que no se detiene. Recordemos que mientras una parte de la Tierra se prepara para la muerte invernal, la otra parte se adorna con los frutos multicolores de la vida estival.  

Por Patricia Torres

 

Solsticio de Invierno para la masonería