La Mujer en Espacios Laborales no Convencionales

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“Soy la mujer que piensa. Algún día mis ojos encenderán luciérnagas”

Gioconda Belli

Desde el ingreso a la Masonería Femenina, somos motivadas principalmente a la reflexión para librarnos de dogmas y prejuicios con el objetivo de elevar nuestra conciencia para cumplir diferentes roles de manera efectiva en la sociedad, desarrollando diversas labores, acompañamiento familiar y todas las relaciones sociales que ejercemos en el día a día.

Para comenzar a conversar sobre el rol de la mujer en espacios laborales no convencionales, es importante reflexionar cuánto hubo de influencia social, cultural o familiar en la toma de decisiones para ejercer una labor, profesión u oficio -ese que hoy estamos desarrollando-, cuánto esfuerzo hubo en ello y recordar si experimentamos algún tipo de discriminación.

Bien sabemos que los espacios públicos estaban reservados para los hombres, quienes ejercían un total patriarcado. Esta división de roles encontró sustento teórico en dos corrientes ideológicas: el Positivismo que postuló la inferioridad de la mujer y su relativa incapacidad para el conocimiento racional y sus quehaceres se relacionaban con los sentimientos y su lugar era la familia; y el Liberalismo, que defendía la idea que sólo los hombres eran iguales y libres, las mujeres estaban adscritas a la familia y a la autoridad masculina. 

Avanzando en el tiempo ya nada detiene a la mujer en su búsqueda de la igualdad y así, en 1935, se crea el Movimiento Pro-Emancipación de la Mujer chilena (MEMCH), cuya actividad se prolonga hasta 1953. Tuvo como una de sus principales líderes a la abogada Elena Caffarena (1903 – 2003), con ideas plenamente vigentes hoy en día, pero que llevaron a sus integrantes a ser tildadas de “comunistas”, criticándoseles que estaban en contra la familia y la moral. Este movimiento abogaba por “la protección de la madre y defensa de la niñez”, reclamando “que la mujer pueda ocupar cualquier cargo rentado e igualar los salarios con el hombre”.

En nuestro país, de acuerdo a datos históricos del Consejo Nacional de Educación (CNED), los hombres estudiantes predominan en el área de tecnología –donde se incluyen las ingenierías– y las ciencias. Mientras que las mujeres son mayoría indiscutida en las carreras de salud, educación y ciencias sociales.

El año 2003 el índice de matrícula de mujeres en educación superior marcó su mayor nivel desde 2009. Algunas casas de estudio doblaron el porcentaje de mujeres aceptadas en comparación al 2022.

La brecha de género más evidente se ha mantenido constante en las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas por su sigla en inglés), por ello, que el Comité Técnico de Acceso del Subsistema Universitario, acordó que las universidades podrán ofrecer cupos adicionales para mujeres en las carreras STEM por vía centralizada, a partir del Proceso de Admisión 2024 con el objetivo de potenciar y aumentar la participación de mujeres en dichas carreras.

Otro de los objetivos es avanzar en la promoción a puestos de liderazgo, reforzando la presencia femenina a nivel político y ejecutivo, especialmente en empresas del sector privado, e intensificar los esfuerzos para fomentar en las niñas un interés por carreras no tradicionales, incluyendo un apoyo de programas de mentoría y dedicando más esfuerzos para difundir modelos positivos de rol.

Según estudio del INE, el 87% de las mujeres se desempeñan en ramas de la economía como comercio, educación y servicio doméstico, mientras que sólo el 7% que trabaja lo hace en actividades no tradicionales.

Por otro lado, la promulgación de la Ley 20.820 que crea el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en marzo de 2015, marca un hito en el compromiso del Estado chileno con la igualdad sustantiva entre Mujeres y Hombres. El Área Mujer y Trabajo tiene como principal objetivo empoderar a las mujeres para lograr la autonomía económica que les permita insertarse laboralmente y aportar con sus competencias y habilidades al desarrollo del país. Lo anterior se realiza a través de cuatro programas, dentro de los que destaca el Programa Mujer y Participación Política, donde se desarrollan talleres de Liderazgos y participación de las mujeres en áreas no tradicionales.

Esta realidad debería afrontarse de forma multifactorial, desde la educación básica y media, hasta la formación de espacios que promuevan la formación de mujeres en carreras de posgrado, independiente de los datos que históricamente los vinculan con un género; en la academia generar acciones afirmativas para garantizar el acceso a espacios educativos seguros y libres, que existan más mujeres en el personal académico y en la toma de decisiones.

De lo anterior, podemos reflexionar que los derechos de las mujeres, fundados en el principio de Igualdad, pretenden erradicar todo tipo de discriminación contra la mujer y nosotras estamos llamadas a contribuir de manera personal y colectiva a romper los paradigmas de género y generar espacios para entregar a las siguientes generaciones, una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria.

Por Pilar Cabezas Barría, Logia Ailyn N°18 de Puerto Montt.