Gabriela Mistral: «Balada de mi nombre»

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Nos alegra abrir este espacio de arte de aquí y de allá, que nos convoca, presentándoles una selección de poemas hispano americanos, y un breve comentario de su mensaje, junto con datos biográficos de sus autores.

Balada de mi nombre.

Gabriela Mistral.[i]

El nombre mío que he perdido,
¿dónde vive, dónde prospera?
Nombre de infancia, gota de leche,
rama de mirto tan ligera.

De no llevarme iba dichoso
o de llevar mi adolescencia
y con él ya no camino
por campos y por praderas.

Llanto mío no conoce
y no la quemó mi salmuera;
cabellos blancos no me ha visto,
ni mi boca con acidia,
y no me habla si me encuentra.

Pero me cuentan que camina
por las quiebras de mi montaña
tarde a la tarde silencioso
y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.

La poetisa, que utilizó un seudónimo para su carrera literaria, nos habla del nombre perdido, ese Lucila Godoy Alcayaga que dejó en el valle del Elqui.

Pero, al mismo tiempo, nos habla de todo lo que perdemos cuando olvidamos: los nombres de las personas queridas, de lugares, objetos, sucesos: la no existencia que llega por la no nominación.

Constatamos una vez más, el poder de la palabra, que como señala Humberto Maturana “crea realidades”.

Fue así como en la Biblia el mundo comienza a aparecer en el momento que Dios dice “hágase…” Y a partir del nombre comienza a existir el conjunto de la creación. ¡Qué notable metáfora, qué simbolismo magnifico recuperado en los versos de nuestra gran poetisa!


[i] Gabriela Mistral, nacida Lucila María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga el 7 de Abril de 1889 en Vicuña, creció en los pueblitos del valle del río Elqui, llegando a Monte Grande a los 4 años, edad en que su padre abandona a la familia, no obstante lo cual, Lucila crece cultivando cariño hacia este padre ausente gracias a unos versos escritos por éste que ella encontró.
Es su hermana mayor, profesora, quien la educa y comienza a trabajar como profesora asistente a los 15 años en la misma zona. En 1910 valida sus conocimientos rindiendo examen en la escuela Normal Nº1 de Santiago y obtiene el título de Profesora de Estado.  Sin embargo, sufrió discriminación y malos tratos por parte de su gremio por el hecho de no haber estudiado en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
Aparece en el panorama literario de Chile usando el seudónimo de Gabriela Mistral, el año 1914 en que gana el Primer Premio de los Juegos Florales de Santiago con sus famosos “Sonetos de la muerte”.
Sus competencias y sus escritos sobre educación, hacen que el Gobierno Mexicano la llame para participar en la Reforma Educacional que emprendía en 1922.
Trabajó también como Cónsul de Chile ante numerosos países, apoyada por el Presidente Pedro Aguirre Cerda.
Entre sus obras más notables, podemos mencionar: Desolación, Tala, Lagar, Recados para Chile, etc.
Acusada en su tiempo de feminismo y lesbianismo, vale decir que sus escritos en prosa llaman la atención sobre la situación de la mujer en ese tiempo con verdadera pasión y convicción.
Recibe el Premio Nobel de Literatura en 1945 y sólo en 1951, el Premio Nacional de Literatura.
Fallece en Nueva York, USA, el 10 de enero de 1957 a los 67 años de cáncer al páncreas.