Miriam Silva Mera / Ex.Gran Maestra
Gran Logia Femenina de Chile
En la Orden masónica hay ciertas ideas-eje presentes en su historia, métodos y rituales. Una de ellas es que la masonería se sostiene en dos grandes pilares que son la Tradición y el Progreso.
La Francmasonería hunde sus raíces en la actividad y la inspiración de los constructores de catedrales y, más allá aún en el tiempo, en la edificación del templo de Salomón. Sus iniciados hicieron suyo el ideal de la construcción, transformándolo en un paradigma orientador que siguió el curso del río de sabiduría que recorre y se alimenta de las diversas culturas y del carácter de los tiempos.
Es la herencia del pasado, el acervo de las respuestas que se ha dado la Humanidad a sus inquietudes y angustias existenciales de siempre. Ella nos es legada por los mitos, símbolos, ciencia, religiones, ceremonias, literatura, arte, sabiduría que está implícita en todo ámbito del Conocimiento. La Masonería ha organizado dicha sabiduría en el Rito.
Esta herencia que transmite y vivifica la Tradición nos viene de más allá de las teorías y los dogmas. Es una sabiduría que intuimos nos trasciende y que proviene de un estado distinto a lo común de la condición humana.
No enseña nada explícito y, sin embargo, la transmisión de esa Tradición religa al iniciado de hoy a las fuentes, los orígenes y a los arcanos. Lo vincula con la conciencia objetiva y facilita el hecho que el espíritu pueda comprender, intuir realidades superiores.
¿Y el pilar del Progreso? Es la visión de futuro.
La Orden insta a considerar el progreso de todo tipo, en todos los ámbitos, nada es ajeno a la curiosidad del que pretende evolucionar.
En lo institucional se aspira a constituir Obediencias sólidas, con gran seriedad de trabajos y organización, que satisfagan las más grandes aspiraciones espirituales de sus miembros, que se proyecten consecuentes con sus nobles ideales. Obediencias que busquen expandir los valores de libertad, igualdad, fraternidad y justicia social, procurando espacios laicos de discusión y en el caso concreto de la Gran Logia Femenina de Chile, buscará cómo reforzar los lazos fraternos con otras instituciones de la misma índole e invertirá ingentes esfuerzos para lograr la dignidad de la mujer, en especial en el terreno del crecimiento espiritual.
Y todo este trabajo debe realizarse y ser comprendido utilizando un lenguaje y accionar moderno, que motiven y sensibilicen al iniciado. Aunque los rituales no se pueden alteran ni modificar por el peligro de desnaturalizarlos, existen numerosas instancias de trabajo grupal y de estudio que permiten el enriquecimiento moral e iniciático.
Es así entonces que la Orden Masónica propone una visión dialéctica de la Tradición y la Modernidad, en una posición progresista, de equilibrio y de armonía entre ambos.
Respetar la Tradición no quiere decir “anticuado”, reaccionario, ultraconservador, estático. Progresista no quiere decir rupturista, iconoclasta.
El masón y la masona no destruyen, pues son constructores, inclusivos y tolerantes por definición y por eso, procuran lograr actitudes y resultados integradores.
La feliz conjunción de Tradición y Progreso se dará asimismo en las Logias, en cada hombre y mujer que recorren el camino iniciático.
Tradición y Progreso no se oponen sino que se complementan en una suerte de polaridad. Y como todo los aparentes opuestos, éstos deben ser resueltos en lo universal, lo eterno, lo Uno. Es decir será el Orden que organice el caos.