A Gabriela Mistral, Poetisa y Visionaria

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Abordar a Gabriela Mistral, no es tarea menor. Al adentrarnos en su vida y obra se advierte la complejidad de una existencia que transitó como un ejemplo de la dualidad del ser y que culminó, no con los galardones recibidos en vida, sino con la pesada cruz de su inconmensurable poesía que traspasó al futuro.

En el andar por sus caminos ella pudo conciliar, sin embargo, el eterno, humilde y apacible rumor del río Elqui, con la complejidad de la vida europea y el ostentoso andar de la vida norteamericana; el inveterado oficio de mujer y maestra, con ese otro de la poesía que la encumbró a alturas sin vértigos. Desde su niñez alzó su rebeldía como un pendón que llevaría en alto para expresar cada uno de sus sentimientos acerca del amor, la niñez desvalida, el ser humano, la injusticia, la discriminación, la inconsciencia de la mujer sobre sus legítimos derechos, el drama latinoamericano y, especialmente, acerca de la poesía.

A MODO DE LIMITADA BIOGRAFÍA

Gabriela Mistral fue hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años de su nacimiento, siendo este hecho, uno de los primeros y grandes dolores de su niñez. Su etapa de estudios fue marcada por tristes acontecimientos; fue acusada pública e injustamente de haber robado un material didáctico de la escuela. Debido a ello, fue apedreada a la salida del colegio por sus compañeras, hechos que le impidieron seguir asistiendo. El resto de sus estudios los recibió de parte de su hermana, quien se desempeñaba como maestra primaria.

Así creció la niña, con un carácter fuerte y arisco. Con sacrificios logró postular a la “Escuela Normal de La Serena”, donde una vez más fue discriminada, ya que, habiendo aprobado los exámenes de ingreso, su matrícula fue rechazada por escribir en forma demasiado liberal para la época, y ser asidua lectora y admiradora de un escritor, considerado peligroso para la juventud de ese momento.

En 1910, regularizó su situación en el Ministerio de Educación, consiguiendo el título de Profesora, mediante examen en la “Escuela Normal de Santiago”. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, quien al poco tiempo se suicidó Desde esa muerte imprevista, y de la enorme impresión que le causó aquella pérdida, surgieron sus primeros versos. Es así como, cuatro años después se produjo su consagración poética en los Juegos Florales de la capital. Los versos ganadores: Los sonetos de la muerte.

En 1918, Pedro Aguirre Cerda, Ministro de Educación de la época, la nombró Profesora de Castellano y Directora del Liceo de Punta Arenas; en 1920 ejerce en el Liceo de Temuco y, en 1921, funda el Liceo de Niñas Nº6 de Santiago, hoy Liceo Bicentenario Teresa Prats, siendo Lucila Godoy su primera Directora. En 1925 dejó la enseñanza, para representar a Chile como cónsul en Nápoles y en Lisboa.

De regreso al país colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente Popular (1938), que llevó a la presidencia de la República a su amigo de juventud, el también maestro Pedro Aguirre Cerda.

En 1945 recibe el Premio Nobel de Literatura y en 1951 Chile le otorga el Premio Nacional de Literatura, aún contra la tenaz oposición de destacados miembros de la comunidad literaria local. En 1954 viene a Chile y se le tributa un masivo homenaje oficial que, no termina por reatar sus lazos físicos con la tierra que la vio nacer y regresa definitivamente a los Estados Unidos. En 1956 el Gobierno de Chile le otorga una pensión de gracia por una Ley especial promulgada en el mes de noviembre, de la cual sólo goza un par de meses, pues fallece en Nueva York el 10 de enero del año 1957.

¿QUIÉN ERES GABRIELA?

La obra poética de Gabriela Mistral surge del modernismo, sin duda, la principal de sus características: la ausencia de retórica y el gusto por el lenguaje coloquial. Sus temas predilectos fueron: la maternidad, el amor, la comunión con la naturaleza americana, la muerte como destino, y, por encima de todos, un extraño panteísmo religioso, que, no obstante, persiste en la utilización de las referencias concretas al cristianismo que ella misma describe:

“Escribo de mañana o de noche, y la tarde no me ha dado nunca inspiración, sin que yo entienda la razón de su esterilidad o de su mala gana para mí. Creo no haber hecho jamás un verso en cuarto cerrado ni en cuarto cuya ventana diese a un horrible muro de casa; siempre me afirmo en un pedazo de cielo, que Chile me dio azul y Europa me da borroneado. Mejor se ponen mis humores si afirmo mis ojos viejos en una masa de árboles. La poesía es en mí, sencillamente, un desahogo, un sedimento de la infancia sumergida… yo creo que cuando nacemos, los que vamos a hacer versos, traemos en el ojo una viga atravesada que nos deforma todo lo que miramos y nos hace, para toda la vida, antilógicos y antirrealistas. De manera que esa viga nos hace, a veces, ver amarillo lo que es negro y redondo lo que es cuadrado. Y nos hace rodar entre una serie de disparates maravillosos. Dicen que, al morir, la mayor parte de los agonizantes, lloran una lágrima, una extraña lágrima que cae con mucha lentitud. Yo creo que la viga del ojo del poeta no se va si no, en esa última lágrima del agonizante. Entraremos así en el paraíso o donde sea, con el ojo limpio porque ya en otra parte no nos serviría de nada una viga que nos transfigurara las cosas”.

Entona en sus obras una canción pura que sin duda no hemos logrado escuchar todavía. Le hemos negado la sal y el agua, hasta ahora, a quien no sólo es la poetisa, sino a la pensadora, a la creadora de un pensar pedagógico notable. Como expresa Cristián Warnken “es uno de los grandes tesoros de que habría que repartirlo por Chile y hacer una fiesta para acoger a la extranjera solitaria, que se atrevió a ser de verdad… Ella merecía un virreinato, un reino entero… No sabemos quién es Gabriela Mistral, no la hemos leído.”

Y es en el pensamiento de Gabriela Mistral donde se encuentra el pozo de estos tesoros, en “Bendita mi lengua sea, diario íntimo de Gabriela” recopilado por Jaime Quezada, ella fue plasmando desde sus quince años hasta pocos meses antes de su muerte su postura, su ideario, sus enojos y reconciliaciones. Sus cuadernos están organizados por periodos importantes de su vida y es aquí donde nos permitiremos ser voz de una selección de sus pensamientos consignados en ellos.

“Hay una firmeza asombrosa bajo mi debilidad de mujer. Como el cristal de roca es fuerte, a pesar de ser cristal; yo lo soy a pesar de ser mujer. Soy paloma y soy fiera. Sé arrullar y rugir. Soy modesta hasta la humildad y altiva hasta el orgullo. Sólo hay para mí una divinidad, más que eso: una divinidad, ante la que tenemos el deber de postrarnos, y que se debe respetar y adorar: la de la inteligencia”.

EL MUNDO ENTERO MARCHA EXTRAVIADO

Gabriela Mistral es trasladada a Temuco para organizar y hacerse cargo del Liceo de Niñas de esa ciudad, donde la reacción del magisterio fue lapidaria “ella no era maestra titulada”. De esos momentos, deja patente su mirada crítica sobre la tarea de educar:  “Yo no soy la intrusa que dicen en el mundo de los niños. Lo soy porque enseño sin diploma, aunque enseñe con preparación. No estuve en un ilustre banco escolar de un ilustre instituto. Intrusos son los que enseñan sin amor y sin belleza, en un automatismo que mata el fervor y traiciona a la ciencia y al arte mismo. Intrusos los que sólo le piden a la enseñanza un sueldo mensual y le esquivan el esfuerzo de un cerebro flojo y la emoción del alma. La crisis de los maestros es crisis espiritual: preparación científica no suele faltarles, les faltan ideales, sensibilidad y evangelismo (perdóneseme la palabra). La enseñanza técnica que recibieron primero, y la cátedra después, han ido haciendo de ellos un recitador ordenado y paciente de textos y fórmulas, y el alma, o no la tuvo nunca o la ha perdido”.

Trasladada a Santiago, Gabriela Mistral es encomendada por el Ministerio de Instrucción Pública para que se haga cargo de la fundación del Liceo 6, ubicado en el sector del Matadero Franklin, para las niñas provenientes del populoso sector sur de Santiago. Sin embargo, el rechazo hacia su trabajo se mantuvo:

“Estoy en el liceo de ocho de la mañana a seis de la tarde. No hay tiempo para leer sólo los domingos. Estoy cansada de la administración, no de las clases. Y, sobre todo, estoy asqueada de mi gremio. La Sociedad Nacional de Profesores, la que celebró sesión para censurar mi nombramiento del Liceo 6”.

En el año 1921 es invitada a México para llevar a cabo la reforma educacional de ese país. Alejada ya desde junio del 22 de la docencia, Gabriela Mistral recibe un cable de felicitaciones desde Chile, por el título de profesora concedido. Pero Gabriela nunca lo necesitó para ejercer el oficio que tanto amó: enseñar a la niñez.

¿Cuál sería entonces el mayor tesoro escondido que nos deja?: la fuerza interior, la reflexión acerca de nosotros mismos y algún momento azorado de nuestras vidas en donde nos sumerjamos en nuestro ser interior…

LILIAN BARRERA ESPINOSA Y GLORIA ORTEGA CANELO

Aletheia Nº29

BIBLIOGRAFÍA:

  1. QUEZADA, Jaime. Bendita mi lengua sea. Santiago, editorial planeta, 2002. 290 p.
  2. WARNKEN, Christian. (2007, 26 de julio). El Mercurio: Artes y Letras. 1945. noviembre 17.