72 Años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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Con una clase magistral de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, la Masonería chilena celebró los 72 años de la Declaración de los Derechos Humanos. Los otros oradores del encuentro fueron el Gran Maestro de la GLCH, Sebastián Jans, y la Gran Maestra de la GLFCH, Adriana Aninat.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos sigue plenamente vigente como hace 72 años. Aspiramos a la Libertad, a la Igualdad y a la Fraternidad en materia de derechos económicos, sociales y culturales, sumándose hoy otros necesarios de resguardar como la inteligencia artificial o el medioambiente, explicó la Alta Comisionada.

También dedicó parte de su exposición al “brutal impacto social y económico” que está provocando la pandemia con un costo de 1,3 millones de vidas, 150 millones de personas que han caído en extrema pobreza y otros 47 millones que han perdido su empleo, revelando la grave desigualdad que vive el mundo.

No obstante la profundidad del problema, llamó la atención que la pandemia no puede usarse como excusa por parte de los gobernantes para restringir las libertades de las personas ni tampoco por parte de la sociedad para aumentar los discursos de odio, de xenofobia o antirreligiosos.

Agregó que la mejor manera de generar confianza en la sociedad civil es la transparencia, la participación y la cooperación, así como sentar las bases de un nuevo contrato social con más solidaridad y más fraternidad. Y específicamente sobre la vacuna contra el coronavirus, apuntó que la “pelea” de la ONU es que sea considerada un bien público universal de manera que todos y todas tengan acceso a ella.

EDUCACIÓN Y COOPERACIÓN PARA UN DESARROLLO SOSTENIBLE

A continuación, las palabras de la Gran Maestra de la GLFCH, Adriana Aninat, en la ceremonia:

“A 72 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ésta sigue siendo tan pertinente y necesaria como en 1948. En ella se explicitaron claramente, por primera vez a nivel global, los derechos y las libertades a los que todo ser humano puede aspirar en condiciones de igualdad con los demás, por el solo hecho de ser persona, sin distingos de género, pensamiento, color, religión o ubicación en el mundo.

Dicen que las crisis permiten dar saltos de crecimiento y de mayor conciencia. Así como la Segunda Guerra Mundial posibilitó a los países ponerse de acuerdo y suscribir esta hermosa Declaración, en este aciago 2020 en que hemos vivido momentos duros y tristes enfrentando la muerte de un millón y medio de seres humanos, particularmente los más vulnerables de nuestra sociedad, es momento para una vez más leer y reinterpretar a la luz de los claros y oscuros del mundo actual, este documento que aspira que los humanos vivamos con Libertad, con Igualdad, con Paz y con Amor los unos con los otros.

Los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas nos permitieron trazar los desafíos al 2050 para hacer más digna la vida de los seres humanos –y particularmente de las mujeres como se explicita detalladamente en el punto quinto del documento– y esto se vuelve hoy acuciante porque el conocimiento tecnológico y científico, la globalización y los temas ambientales avanzan más rápido que las leyes, que el mismo entendimiento y la ética de los seres humanos.

El desarrollo sostenible para una humanidad más consciente, más sana, más democrática y sobre todo, feliz, nos interpelan para llegar a acuerdos, cooperar entre los seres humanos, y en este camino pensamos las masonas, la clave está en la educación… más que de conocimientos, educación para aceptar y respetar a los demás en su diversidad; para entender que la aprehensión del mundo puede ser desde distintos puntos de vida; para aprender a colaborar y a aplicar creatividad ante los desafíos que nos plantea la vida; para avanzar en equidad de género; para cuidar nuestro planeta y entender que los seres humanos somos uno más en la naturaleza.

En nuestro país, el proceso constitucional ad portas es una hermosa oportunidad para transformar las buenas intenciones en realidades y que se traduzcan en una construcción que siente las bases para que los chilenos y chilenas tengan real protección social en materia de trabajo, de salarios, de acceso igualitario a la educación, a la salud, a la vivienda, al agua; para avanzar en igualdad para los pueblos originarios y equidad en todos los ámbitos para nosotras las mujeres.

Para cerrar cito una vez más el punto uno de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, uno de los textos más bellos y significativo escritos en la Modernidad: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Muchas gracias