18 de diciembre, Día del Migrante

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El Día Internacional de las Personas Migrantes fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas como un acto de reflexión para observar la situación de las personas migrantes y proponer acciones para garantizar sus derechos.

Día a día hablamos de sociedades digitales, informatizadas o globalmente economizadas. Tal vez sería más apropiado que habláramos de sociedades migratorias, ya que el fenómeno de salir del lugar de origen tiene un precio casi universal; precio inherente del sobrevivir y progresar en las sociedades sometidas a la emigración e inmigración. 

Son muy pocos, los que viven y mueren en el mismo lugar en que nacieron, o  mantienen el círculo de amistades que tenían en su infancia, la gran mayoría ya no conserva la profesión o trabajan en lo mismo que sus padres. El fenómeno migratorio ha dejado de ser la experiencia de unos pocos y ha comenzado a ser una alternativa cotidiana en la sociedad actual.

Un sentimiento de descontrol político, así como de pánico social colectivo ha dado lugar al desarrollo de comportamientos anómalos entre la población tanto de acogida como de llegada. Además, la adopción de estrategias públicas ambiguas han originado dos efectos sociales que podrían calificarse como perversos. Por un lado, una erosión de legitimidad y pérdida de credibilidad en las políticas institucionales de tratamiento y, por otro, una exacerbación de comportamientos contrarios a los principios de la democracia y de la justicia social.

Desde la mirada de una mujer masona es de trascendencia reconocer la necesidad de educar a las poblaciones de acogida en el respeto a la diversidad, con la tolerancia y sororidad que permitan salvaguardar la convivencia democrática, no solamente entre iguales, sino entre las múltiples formas culturales, étnicas y políticas de la vida social.

“La Migración es la expresión valiente de la determinación individual de superar la adversidad y de buscar una vida mejor”.

Rosita López, Corresponsal GLFCH