El día 11 de septiembre de 1973, se produce en nuestro país una acción militar llevada a cabo por las Fuerzas Armadas para derrocar al entonces Presidente Salvador Allende Gossens. Su gobierno, de marcado carácter reformista, se caracterizó por una creciente polarización política en la sociedad y una dura crisis económica que desembocó en una fuerte convulsión social.
Tras el Tanquetazo del 29 de junio de 1973, grupos dentro de la Armada de Chile planearon derrocar al gobierno, al que posteriormente se sumaron los altos mandos de la FACH y grupos dentro de Carabineros. Así, en la mañana del 11 de septiembre de 1973, las cúpulas de las Fuerzas Armadas y de Orden lograron rápidamente controlar gran parte del país y exigieron la renuncia inmediata del Presidente, quien se refugió en el Palacio de La Moneda. Tras el bombardeo de la sede presidencial, Salvador Allende se suicidó.
El Golpe de Estado marcó el fin del gobierno de la Unidad Popular, que fue seguido por el establecimiento de una junta militar. Chile, que hasta ese entonces se mantenía como una de las democracias más estables en América Latina, entró en una dictadura que se extendió hasta 1990.
A menudo, válidamente surge la pregunta ¿era posible otra salida, no desde el prisma de hoy, sino desde aquel momento histórico?
Hemos hablado de derechos humanos, hemos avanzado en comisiones, juicios, memoria y reparaciones. Se ha castigado a quienes cometieron atropellos atroces y las Fuerzas Armadas han pedido perdón por eso, pero para evitar otro suceso de esta naturaleza se debe discutir en serio, con profundidad y en diálogo democrático, fraterno y tolerante respecto de la crisis que vivimos en ese entonces, para aprender y superar las heridas. ¿Cómo llegamos a odiarnos? ¿Cómo llegamos a validar la violencia? Son preguntas que es necesario responder en un plano de concordia y sana amistad cívica.
Por Carla Veloso, Logia Amancay N°50 de Valdivia.