La solidaridad transforma vidas, la solidaridad hace felices a las personas porque nos conecta con los demás y ayuda a darse cuenta de que las personas somos seres interdependientes y que al hacer algo por alguien, conlleva a sentirse mejor con nuestro ser y con el mundo que nos rodea, por lo que la solidaridad implica sumarse a la causa de otras personas en forma desinteresada y oportuna, implica promover la justicia social y el respeto por los derechos de las personas y el medio ambiente.
La solidaridad a diferencia de la caridad, parte desde un concepto de “justicia social”, es decir, dar a todos lo que por ley les pertenece, creando condiciones para que se desarrollen sociedades en igualdad de oportunidades. La solidaridad conlleva una conducta y un comportamiento activos, en el sentido de que tanto el que da como el que recibe se comprometen conjuntamente en una siguiente causa común que implica a nuevas personas (yo por ti, tú por otros).
La solidaridad es diversa, dependiendo de factores como de las características de la época histórica y el contexto en que se desarrolla. Está presente entre los humanos en todo tipo de sociedad y cultura desde la Antigüedad hasta nuestros días. Muchas veces la identificamos como una cualidad, una forma de actuar de las personas en su medio cotidiano o ante las adversidades, ya sean de índole natural o social. A veces se usa para signar alguna causa benéfica o filantrópica, por ejemplo, el apoyo a necesitados de ayuda de cualquier tipo, o como un suplemento, un favor puntual momentáneo. De este modo se ha viciado su uso y, peor aún, se ha limitado a lo ocasional reducido su esencia. Esta situación cambia radicalmente cuando se concibe como un valor moral o como uno de los valores fundamentales para las relaciones internacionales en el siglo XXI y para que quienes sufren o tienen menos se beneficien de la ayuda de los más acomodados. La solidaridad es uno de los valores fundamentales y universales en que deberían basarse las relaciones entre los pueblos. Por ese motivo, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 20 de diciembre de cada año el “Día Internacional de la Solidaridad Humana”. Además, con el objetivo de erradicar la pobreza y promover el desarrollo humano y social en los países menos industrializados, en particular entre los segmentos más pobres de sus poblaciones, la Asamblea General creó el Fondo Mundial de Solidaridad. En consecuencia, en el contexto de la globalización y el desafío de la creciente desigualdad, el fortalecimiento de la solidaridad internacional es indispensable.
La solidaridad es uno de los valores pilares de la masonería y su práctica forma parte del proceso de perfeccionamiento de la persona, una formación que se verá reflejada en la manera de relacionarse y de solidarizar con las pequeñas y grandes causas.
Por Natacha Vergara, Corresponsal Logia Libertad Nº12 de Quillota.