El 16 de mayo conmemoramos el Día de la Luz, elemento vital en la vida del ser humano, permitiéndonos la visibilidad de todo lo que nos rodea. La luz en todas las culturas y civilizaciones ha sido elemento de gran simbolismo: paz, alegría, orden, conocimiento, sabiduría, vida. Lo contrario, la oscuridad es el símbolo de la limitación, la ignorancia, el caos, la muerte.
El sol es la principal fuente natural de luz sobre la Tierra, además de fuente de energía y de calor. Es nuestra estrella más cercana que nos ilumina desde el centro de nuestro sistema solar.
Para nosotras las masonas este elemento tiene una connotación mayor aún; porque además de ser un factor de vida universal, en algunos momentos cruciales de nuestro proceso masónico decimos “que deseamos ver la luz, que buscamos la luz”, aludiendo a la búsqueda de la Verdad.
La luz nos permite visualizar nuestros errores, nuestros tropiezos, salir de la oscuridad, salir del caos que nos rodea y buscar la forma de enmendar y seguir por el camino correcto que nos lleve a buen puerto. La luz material en nuestra vista permite el desarrollo de nuestra inteligencia, destruye el prejuicio, mejora nuestros talentos y nos lleva a cumplir la misión que prometimos.
Esa luz que aprendimos a ver el día de nuestra iniciación genera permanentes y constantes enseñanzas en nuestro ser intramuros como extramuros.
Quienes hemos tenido la oportunidad de recibir la luz masónica en su máximo potencial y esplendor, podemos desarrollar y practicar en mayor plenitud los sentimientos más puros de Fraternidad, Solidaridad, Caridad, Humanidad, Altruísmo entre muchos otros, para con nosotras mismas y para con los demás. Somos también fuente de luz.