Montar bicicleta me remite inmediatamente a la infancia. Esos primeros momentos de sensación de independencia que innegablemente tienen que ver con afectos paternales, maternales o, si una fue hermana menor, con la enseñanza de las y los hermanos mayores, o también, con quienes tienen esa infinita paciencia, las abuelas o los abuelos. Entonces, montar bicicleta era parte de nuestros juegos y aprendizajes. Bien dicen que, a través de los juegos, aprendemos las principales herramientas que nos ayudarán a transitar en la vida. Conocer las reglas de juego, aprender a respetar a las otras personas, a plantear nuestros objetivos, a guardar el justo equilibrio y armonía, a cuidarnos, a cuidar.
Usar una bicicleta tiene también un cariz un poco más serio. Es un medio de transporte, y como tal, con reglas de tránsito que cumplir, con ciclovías que respetar, el establecer una convivencia sana tanto con peatones o peatonas y automovilistas. Significa, además de cuidar de sí misma, tanto de la salud física como mental, y de cuidar a las otras personas, un importante aporte al cuidado del medio ambiente, porque, además de todas sus bondades, la bicicleta es un medio de transporte que no contamina, que ocupa poco espacio para transitar, comparada con un auto, por ejemplo, y con una repercusión positiva para el clima al ser ambientalmente sostenible.
La Asamblea de las Naciones Unidas ha establecido el 3 de junio como el Día Mundial de la Bicicleta, para llamar la atención sobre los beneficios ya mencionados de usar la bicicleta. Es también un día para reflexionar si se están dando las condiciones para que las ciclistas, o con quienes interactúan, se expongan a menos peligros, al tener vías más exclusivas.
En Chile, según el Catastro Nacional de Ciclovías, actualizada al 2022, existen 2.054 Km de ciclovías, 110 km se encuentran en etapa de ejecución y 1.848 km están en fase de planificación. Existe además una Ley de Convivencia Vial que regula diversos aspectos de las ciclovías, su uso coordinado y organizado, y las especificaciones técnicas de los elementos de seguridad para quienes ocupan estas rutas.
Hoy en día, pareciera ser que hay un nuevo impulso por potenciar el uso de la bicicleta, cuyos beneficios cobraron especial relevancia durante la pandemia, convirtiéndose en una alternativa de transporte para estudiantes y/o trabadores. Pero también para quienes buscan situaciones más adrenalínicas como las competencias, en la ciudad o en terrenos desafiantes. La lluvia, el viento o la nieve, lejos de ser un impedimento, han pasado a ser más bien un incentivo, especialmente para quienes han descubierto que transportarse, competir o pasear en una bicicleta, es una forma de convivir y compartir experiencias con otras personas y establecer una comunión, disfrute y cuidado del medioambiente.
Por Cecilia Barrientos Jaén, Departamento de Medio Ambiente y Sustentabilidad GLFCH.