Entre las llamas y el cielo: Bomberos de Chile

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¿Cuántas más almas debían retornar al creador, luego de incendio tras incendio consumiéndolo todo? Esa es la historia que marca el origen de nuestros bomberos, una motivación de vida, el deseo de ayudar a su comunidad sacrificándolo todo, su tiempo, tranquilidad, actividades, trabajo y familia. 

Y es que, a pesar de la necesidad de combatir los incendios, nuestra historia registra un único antecedente colonial a inicios del siglo XIX, cuando el Gobernador de Chiloé obligaba a los vecinos a mantener un odre con agua en sus casas para contribuir con ello en caso de incendio. Con el pasar de los años, tenían que desencadenarse más tragedias para tomar conciencia. Fue así que, transcurrida la medianoche del 15 de diciembre de 1850, de una cigarrería de Valparaíso emergieron llamas que no dieron tregua durante dos días devorando todo a su paso. Vecinos decididos y con la firme convicción de que no podían suceder más desgracias, acudieron a la Intendencia para proponer medidas tendientes al combate de los incendios, comisión de ciudadanos que convocó a su comunidad para formar el Primer Cuerpo de Bomberos de Chile que principió el 30 de junio de 1851, efeméride que hoy hemos destacado.

Pero el país necesitaba más iniciativas como la de los porteños, sin embargo, las llamas nuevamente “ganaron el quién vive” en Chile, en esa oportunidad con un infortunio de proporciones descomunales, tanto así, que fue tema obligado hasta en las tertulias de Europa por aquella época. En el incendio en Santiago de la Iglesia de la Compañía de Jesús, en 1863, se contabilizó la muerte de más de 2000 feligreses entre mujeres, niños y hombres. Ese 8 de diciembre -fecha en que la Iglesia Católica celebra el día de la Inmaculada Concepción en honor al nacimiento de la Virgen María, madre de Jesús, y el aniversario de las Hijas de María- una flama de origen desconocido ardió sin descanso hasta arrasar con todo en el interior del lugar de oración. Las salidas de la Iglesia se tornaron insuficientes, la desesperación de miles de personas se entrelazaba con gritos y llantos, y fue así como cientos de personas caían desmayadas en el umbral de las puertas impidiendo, que los que aún se mantenían con vida salieran, y quienes estaban prontos a efectuar los rescates desde el exterior pudieran ingresar, ya que los cuerpos de los fallecidos les cerraban todo acceso. Al día siguiente, más de 200 hombres cavaron una fosa común para sepultar los restos, pero era tal la desgracia, que se tardaron cuatro días en trasladar a ella todos los cuerpos. 

La calamidad acaecida en 1863 en la Iglesia de la Compañía de Jesús, dio cuenta a la ciudadanía que nadie poseía la preparación necesaria para socorrer en caso de incendio, inclusive los integrantes de la “Compañía de Incendio” entidad creada en 1838 por la Municipalidad de Santiago. Intentos precarios de perfeccionamiento posteriores como el «Cuerpo Cívico de Zapadores Bomberos», y los «Salvadores y Guardia de Propiedad» sólo aumentaban el temor de la población por no ser asistidos en los siniestros. Finalmente se acordó tomar acción, centrándose los esfuerzos en reproducir la iniciativa que tuvo en 1850 el director y dueño de El Mercurio de Valparaíso, Recaredo Santos Tornero, quien llamó a las autoridades y ciudadanos desde las páginas de su medio de comunicación, a crear el cuerpo de Bomberos de dicha ciudad, dando el impulso para formar el Primer cuerpo de Bomberos de Santiago, y los de todo el país hasta nuestros días.

Por Adriana Fu
Corresponsal Logia Quiyalla Quich’ata N°45 de Arica

Fotografías: MemoriaChilena.cl