La historia de las guerras de independencia en América Latina ha sido relatada, generación tras generación, en clave masculina. Solo así es posible comprender la ausencia de las grandes gestoras de la emancipación de nuestros pueblos en los libros de historia. Nombres como María Ignacia Rodríguez de Velasco, Rosa Zárate, Manuela Espejo y tantas otras permanecen en la oscuridad, pese a su contribución larga, sostenida e invaluable sin la cual los grandes generales que conocemos no habrían podido triunfar.
Juana Azurduy, “Flor del Alto Perú” como la bautizó Mercedes Sosa, fue una de ellas. Nacida 12 de julio de 1780 en una familia acomodada, Juana fue una mujer general y comandante que luchó codo a codo junto a su marido, el independentista Manuel Ascencio Padilla. Sin ella la emancipación del Virreinato del Río de la Plata habría sido mucho más dura de alcanzar. Con solo 29 años fue nombrada Mariscal del Ejército de Bolivia y Generala del Ejército de Argentina.
La trayectoria militar de la independentista Juana Azurduy es amplia, muchas veces se puso al frente de las tropas para contener los avances realistas mientras su marido estaba en otros frentes y siempre salió victoriosa. Aun así, a fines de los procesos de independencia, ya muerto su marido y sus hijos, fue apartada y relegada al olvido histórico hasta mediados del siglo XX, cuando la cultura popular de Argentina la rescató del olvido. Actualmente tanto Bolivia como Argentina han reparado el error histórico y su nombre y figura son objeto de respeto y homenajes.
Las mujeres masonas, en nuestro empeño por luchar contra el error con las herramientas del estudio y el conocimiento, honramos a todas las mujeres que, como Juana Azurduy, han dado su fuerza, empeño, vitalidad, luchando por los altos valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Hoy, nosotras las honramos, las reconocemos y las ubicamos en el sitial de honor de nuestra historia como mujeres latinoamericanas.
Por Departamento de Género GLFCH.
