Oriana Valdés Sanhueza / Gran Maestra / Gran Logia Femenina de Chile
Santiago, diciembre 2008.
El imperativo de los seres vivos es crecer, alcanzar su plenitud. Si bien como entidades individuales el destino es finito, como especie la sobrevivencia puede prolongarse indefinidamente ya que gracias a los procesos de reproducción la vida se renueva constantemente.
Las instituciones se ajustan a circunstancias similares a través de la llegada de nuevos miembros. Así mantienen su vigencia. Y si son capaces de recrearse con esos miembros conforme la sociedad evoluciona, sin por ello perder la esencia que les da sentido, mayor será su posibilidad de mantener su calidad de referente válido para esa sociedad.
La masonería en general se ve doblemente enfrentada a tal desafío. Su validez radica en las profundas raíces de sabiduría contenidas en sus ritos y ceremonias que permiten crear un hilo de continuidad de esa sabiduría a través de los tiempos. Así cada generación, en la asertividad del trabajo con el método de enseñanza simbólico, develará verdades trascendentes, contribuyendo con la tarea de darle “sentido” a la vida.
Pero, además, esta conexión debe responder a la dinámica de la existencia, pensamiento y necesidades de las nuevas generaciones, en cada tiempo y lugar para no perder su capacidad de acceso a esas generaciones. Este es el desafío que la Gran Logia Femenina ha aceptado.
Estamos conservando con celo el ritualismo masónico, pero innovamos en la metodología de enseñanza y también asumimos el reto de hacer más ágiles los procesos de formación de logias. Especialmente, cuando son mujeres de otras latitudes las que ansían integrarse al trabajo masónico, no obstante las distancias geográficas y costos derivados. Nos enorgullece constatar que nuestra Obediencia está en condiciones de realizar dicha tarea sin perder rigurosidad docente y ritualística.
Ello, por el alto compromiso de nuestras hermanas integrantes de todos los grados, y de la visión compartida que hemos logrado respecto de los altos fines de la Orden Masónica. Nuestra masonería femenina en particular, es un aporte importantísimo al desarrollo de la mujer, en su reafirmación como género, en el trabajo compartido con otras mujeres y en la diversidad de intereses, capacidades y saberes.
Estamos terminando un año de grandes desafíos y afanes, también de muchísimos logros y sobre todo, de sumar un número creciente de eslabones que, amorosa y laboriosamente han llegado a cobijarse bajo nuestro alero. Es así como hemos vivido emotivas experiencias al instalar Logias en las Repúblicas de Cuba y Panamá y en Chile en la ciudad de Punta Arenas. También en nuestro país se ha concretado un Comité en la nortina ciudad de Antofagasta.
Crecen los grupos de San Fernando y Temuco, este último ya preparado para constituirse en una nueva Logia.
Mucho esperó la mujer para acceder a la fuente de sabiduría del ideario masónico y sus métodos de enseñanza.
También tardó en asumir que asociarse para crecer en el campo de los temas trascendentes, era un derecho a su condición de ser humano que nadie le podía negar. Sólo tenía que tomarlo. Comprendido esto, nada la ha detenido, lo que da cuenta del asombroso interés despertado en las mujeres de nuestro país, como en el resto de nuestra América, para constituirse en logias masónicas, como medio de lograr su plena integración a la sociedad, validando los principios del laicismo, del libre examen, de la libertad y de la solidaridad.
Hoy, cuando se celebran los 60 años de la firma de la Carta Constitutiva de los Derechos Humanos, nos encuentra fortalecidas en los logros institucionales obtenidos. En este momento estamos en una época trascendente para los derechos de las mujeres como una señal de emprendimiento en el campo de su desarrollo personal, que le permita integrarse como un ser pleno a la sociedad.