La palabra Humildad viene del latin huminitas y también de humus, tierra vegetal descompuesta, que debería ayudar al ser humano en general a no olvidar su origen y destino común en cuanto a la materia.
Humildad, virtud valorizada desde todas las religiones y espiritualidades
La humildad involucra, en primer término, aceptación y reconocimiento de las propias limitaciones y deficiencias. Nadie es perfecto. Humildad es tener la valentía de mirarnos como somos –sin maquillaje– con la verdad. Significa también, la capacidad para reconocer los propios errores cometidos. Si no los reconocemos ¿cómo los rectificamos, prevenimos o hacemos cambios positivos para nuestra vida y así contribuir a la construcción de una comunidad más fraterna?
Otra manifestación de la humildad es la gratitud. La práctica de la gratitud –que puede ser desarrollada voluntariamente– produce además beneficios para la propia salud mental.
Un último componente de la humildad es la ausencia de soberbia. Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la necesidad de estar recordándoles constantemente a todo su entorno sobre sus éxitos y logros. Es pensar en ti mismo menos. Al ser humildes, estamos abiertos a considerar otras diferentes ideas distintas a las nuestras y absorber conocimiento que nos impulsa al trabajo en equipo con empatía y respeto.
La Humildad en Masonería
La humildad en masonería, también se opone a la soberbia, pero no es sometimiento, mansedumbre, ni describe al estado precario de las personas, sino que se asocia a la fuerza de voluntad para acallar el ego y volverse receptivo al conocimiento y la sabiduría interior. La soberbia actúa como una barrera que dificulta la llegada de la luz y que no permite la posibilidad de encontrarse con el propio ser interior.
¿Cómo cultivamos la Humildad?
En la vida cotidiana les invito a promover pequeñas acciones para fomentarla, tales como practicar la escucha activa, practicar la reflexión, cariñosamente reconocer tus logros, pero también ser consciente que siempre tenemos áreas en las que podemos mejorar: realizar una honesta autoevaluación y buscar retroalimentación constructiva, aceptar y escuchar atentamente la crítica constructiva, en lugar de defenderse, escucha, y dispone tu meta personal de tener la disposición a cambiar y así mejorar la calidad de nuestras relaciones promoviendo un ambiente más saludable en el entorno inmediato, en la familia, en el grupo de amigos, y grupos de interés, en la oficina.
Finalmente, la humildad también se relaciona directamente con la discreción, en tanto quienes hacen alarde de humildad, dejan de ser humildes. En este escenario, la discreción es fundamental y se debe cultivar de manera cotidiana y constante, para así encarnar la verdadera humildad, no como signo de inferioridad, sino como signo de sabiduría.
Por Ingrid Fontalba, Respetable Logia Estrella del Sur N°10, de Concepción.