El trabajo en la Masonería no es simplemente la acción de un trabajo físico o intelectual; es el símbolo mismo de la construcción del ser, la piedra angular sobre la que se edifica el Templo Interior. Desde tiempos ancestrales, la Masonería ha venerado el acto de trabajar como un proceso sagrado, un medio mediante el cual el individuo y la sociedad pueden transformarse y alcanzar un mayor grado de perfección. Es por ello, que la Masonería considera el trabajo como uno de sus valores fundamentales, un principio inherente a su tradición.
Desde que se inicia el camino en la Masonería, se conocen símbolos asociados al valor del trabajo que simbolizan un aspecto de la perfección, recordando que el progreso y la iluminación no ocurren sin esfuerzo. De esta forma, el trabajo masónico no se limita a una obra externa, sino que se orienta hacia la construcción del ser, hacia el perfeccionamiento personal.
El trabajo representa la superación constante de las propias limitaciones y el desarrollo de la virtud. Este esfuerzo, aplicado con constancia, tiene el potencial de elevar el espíritu, conduciendo a la persona hacia un ideal más elevado, dándole el poder de transformar tanto a quienes le rodean como a la sociedad.
Dentro de la Masonería Femenina, cada trabajo, cada conversación y cada intercambio de saberes y experiencias son eslabones en la cadena de la evolución como mujeres, hermanas y ciudadanas. El trabajo permite forjar virtudes esenciales como la perseverancia, la disciplina y el respeto por los demás.
En cada uno de los roles que las mujeres desempeñan, el trabajo sigue siendo la herramienta principal para construir el mundo que anhelamos, uno donde las mujeres no solo tengan un lugar, sino también una voz y una influencia genuina en la transformación social.
Sin embargo, en nuestra sociedad, construida bajo estructuras patriarcales, las mujeres han debido enfrentar barreras históricas para acceder, desarrollarse y ser reconocidas en diversos campos. En este contexto, el trabajo se ha vuelto un espacio de reivindicación y de ejercicio pleno de los derechos, donde cada esfuerzo representa un paso hacia la igualdad y la libertad. Este trabajo se vuelve un acto de resistencia contra aquellas fuerzas que intentan reducir su valor, el trabajo femenino es tan digno y valioso como cualquier otro, ya sea remunerado o no, doméstico o profesional, visible o silencioso.
Creemos firmemente en el valor transformador del trabajo. Trabajamos para nosotras, pero también para las generaciones que nos seguirán, sembrando caminos que puedan recorrer en libertad y con la certeza de que cada esfuerzo vale la pena. Porque el trabajo no es solo una obligación o una necesidad: es una fuente de dignidad, un vehículo para la libertad y una vía para alcanzar la plenitud como mujeres y masonas.
El valor del trabajo en la Masonería es, por tanto, una invitación a ver en cada labor, por pequeña o grande que sea, una oportunidad para crear, para elevarse y para servir.
Por Corresponsal Logia Egrégora N°38, Claudia Hasbún.