
El Día Internacional del Trabajo Doméstico y de las Trabajadoras de Casas Particulares se celebra varias veces en el año dependiendo del país de que se trate. Los contextos también son diferentes de acuerdo con los avances y propósitos legislativos que son consecuentes con el nivel de desarrollo cultural y empoderamiento en temas sociales en la comunidad en general como la voluntad política de quienes dirigen los destinos de cada nación.
Establecer un día para visibilizar el trabajo en el hogar no remunerado como el de quien recibe un salario por las labores domésticas que realiza en hogares ajenos y que, en muchos casos no tienen acceso a derechos laborales básicos. La inmensa mayoría de quienes ejercen este trabajo son mujeres.
En las últimas décadas, los países han tenido que avanzar en el reconocimiento de los derechos de los trabajadores por el impacto que ello tiene en su desarrollo económico. A ello no escapan las trabajadoras de casa particular, un rol feminizado, de mayor vulnerabilidad, discriminación y desprotección social.
Estas trabajadoras, en particular, deben enfrentar situaciones como la informalidad, extenuantes jornadas, explotación y riesgos propios de su función.
A la desigualdad social se suma la desigualdad de género. Quienes reciben un pago por el trabajo doméstico son mayoritariamente mujeres pobres, migrantes o de pueblos originarios.
En Chile, el 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Esta fecha busca reconocer y valorar el trabajo que realizan principalmente las mujeres en el ámbito doméstico. La fecha fue elegida en honor de la fundación de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar (FITH) en 1983 y fue declarado durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Perú.
El Día Internacional del Trabajo Doméstico es una oportunidad para tomar conciencia sobre los Derechos de las Trabajadoras de Casa Particular y exigir su reconocimiento y protección laboral.
En nuestro país la ley que aborda el trabajo doméstico es la 20.786, promulgada en 2014. Regula la jornada laboral y los derechos laborales como el descanso, composición de las remuneraciones, la no exigencia del uso de uniforme en lugares públicos, entre otras materias. Esta ley establece derechos y obligaciones tanto para las trabajadoras como para los empleadores. Esta ley introduce modificaciones en el Código del Trabajo, que es el cuerpo legal que norma esta actividad laboral.
A las trabajadoras de casas particulares se les define como “aquellas personas que se dedican en forma continua, a jornada parcial o completa, al servicio de personas o de familias, en trabajos de aseo y asistencia al hogar. También lo son quienes realizan estas labores en instituciones de beneficencia con finalidades de protección o asistencia de un hogar y los/as choferes de casa particular”.
Más allá de lo legal, el rol de estas trabajadoras es mucho más profundo y significativo. No solo contribuyen al funcionamiento diario de los hogares de nuestro país, al crecimiento económico y a la vida social de todos los integrantes del hogar. También cumplen un papel relevante en la crianza y cuidado emocional, lo que exige competencias técnicas y emocionales que, sin embargo, no siempre son suficientemente valoradas.
Hoy en día se reconoce la importancia de avanzar hacia relaciones laborales basadas en el pleno ejercicio de sus derechos, promoviendo entornos de trabajo que cumplan con los estándares del trabajo decente. Este enfoque, desarrollado por la Organización Internacional del Trabajo, exige condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad para todos y todas las trabajadoras.
Como mujeres masonas, en esta nueva conmemoración, nos sumamos al llamado que se hace a todos los sectores, públicos y privados, para que se reconozca y dignifique a las trabajadoras de casa particular. Es un deber ético y moral que quienes quedan a cargo de nuestros hogares puedan ejercer su labor en condiciones justas, seguras, y de respeto mutuo. Así y sólo así podremos construir una sociedad más equitativa, donde cada ocupación sea valorada como merece y donde cada trabajador y trabajadora pueda disfrutar de un trabajo digno, decente y bien remunerado.
Por Myriam Quezada Pérez, Corresponsal Logia Aurora de Los Ángeles N°42.