“Por la profundidad de su escritura única que renueva la reflexión sobre la literatura, el lenguaje y el poder en el cambio de siglo. Una voz trazada con los cuestionamientos más urgentes de la época contemporánea en tiempos de pandemia, migraciones, depredación y devastación ambientales” la escritora Diamela Eltit fue notificada de ganar el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances que se le entregará en la próxima versión de la Feria del Libro de Guadalajara en noviembre de este año.
Este reconocimiento se suma a una trayectoria que incluye el Premio Nacional de Literatura en 2018 y el Premio Internacional Carlos Fuentes entregado a principios de este año y tuvo gran importancia para la escritora producto de su cercanía con el país mexicano donde vivió en los años 90. Cabe señalar que solo dos mujeres fueron reconocidas con este premio y frente a la consulta ¿qué piensa de eso? Diamela dijo que “es necesario desbiologizar la escritura, pensar en producciones literarias, no genitalizarlas con las biologías hombre-mujer y desde allí a las categorías culturales, siempre binarias, de masculino-femenino, que como todo binarismo porta asimetrías. Mi idea es democratizar el espacio de la letra y romper así, dominaciones culturales. Ya he dicho que en relación a la escritura no basta ser mujer, pero tampoco basta que ser hombre”.
Su obra incluye novela, crónica y ensayo y su trayectoria comenzó con la publicación de su primer libro de ensayos denominado “Una milla de cruces sobre el pavimento” en 1980. Luego vino su primera novela, “Lumpérica” (Las Ediciones del Ornitorrinco, 1983) y luego, “Por la Patria” (Las Ediciones del Ornitorrinco, 1986), “Los Vigilantes” (Ed. Sudamericana, 1994), “Mano de obra” (Seix Barral, 2002), “Fuerzas especiales” (Seix Barral, 2013) y Sumar (Seix Barral, 2018), entre otros. En marzo de este año se publicó en Argentina su último libro, “El ojo en la mira”, por Ediciones Ampersand.
Estudió pedagogía y literatura, trabajó como profesora en el Instituto Nacional y el Liceo Carmela Carvajal, cercana al arte visual fue integrante del Colectivo de Acciones de Arte (CADA) a mediados de los años 70, en donde buscaba activar los circuitos artísticos bajo la dictadura de Pinochet.
Su trayectoria trasciende las convenciones literarias para dialogar con la visualidad, la crítica, la marginalidad, el feminismo, el psicoanálisis y las teorías contemporáneas posthumanistas. Actualmente es una de las intelectuales chilenas más reconocidas en el extranjero.
«Escribir para mí es un espacio de libertad, he podido salir de la vida cotidiana para ingresar a este territorio de la creatividad. No necesito recompensas por eso, nadie me debe nada a mí, mejor dicho yo le debo mucho a la literatura”.