El mundo produce alimentos suficientes para abastecer a toda la población, sin embargo, más de 700 millones de personas siguen padeciendo hambre. Esta crisis no es causada por la falta de recursos, sino por factores profundamente interconectados como los conflictos bélicos, el cambio climático y las recesiones económicas. Los más afectados son los países en vías de desarrollo y las naciones más pobres.
Cada 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una fecha clave para recordar la fundación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 1945. Esta organización tiene como misión erradicar el hambre y garantizar el acceso a alimentos de calidad para todos. Desde su creación, la FAO ha sido la principal impulsora de esta celebración, que se estableció formalmente en 1979 por propuesta de Hungría durante la Reunión General de la FAO, como una manera de potenciar los fines específicos de la organización, esto es, la lucha contra el hambre y la desnutrición a nivel mundial.
Los desafíos que plantea el acceso a una alimentación nutritiva son de diverso tipo y abarcan diversas áreas, especialmente en lo que respecta a los sistemas productivos. En Latinoamérica, por ejemplo, se pueden distinguir dos tipos de agricultura: la intensiva, que debiera conllevar el desarrollo de políticas públicas que potencien la diversidad de cultivos, y la protección de la salud, disminuyendo el uso de agroquímicos y regulando fuertemente la industria de los alimentos transgénicos; y la agricultura campesina, que involucra temas como la soberanía alimentaria, la protección de semillas ancestrales y muchas veces la cosmovisión de los pueblos originarios, sin contar con las brechas de género que se establecen respecto a la mujer campesina e indígena.
La alimentación ha sido desde tiempos inmemoriales, centro de la actividad humana, pero hoy nos vemos enfrentados como sociedad y de manera global, a desafíos nunca antes vistos. La intervención antrópica en los ciclos naturales, la sobreexplotación de la tierra, las consecuencias del uso de agroquímicos, y la intervención genética de alimentos, han alterado la dieta de los seres humanos, generando una serie de enfermedades además de disminuir la oferta alimentaria, concentrando la producción en unos pocos cultivos básicos como el trigo, el maíz, el arroz y las papas.
Frente a este escenario, el Día Mundial de la Alimentación se presenta como un llamado a la acción urgente. A nivel individual, debemos reducir el desperdicio de alimentos, promover una dieta variada y equilibrada, y evitar el consumo de productos ultra procesados. Colectivamente, la ciudadanía debe actuar de manera empoderada para demandar a los gobiernos líneas de acción contundentes para la protección de nuestra soberanía alimentaria, fomentar la agricultura local y educar sobre la importancia de una alimentación saludable. Solo con un esfuerzo conjunto podremos hacer frente a la crisis alimentaria y garantizar un futuro más justo y sostenible.
Yasna Ríos Oporto, Departamento de Medio Ambiente y Sustentabilidad GLFCH.