El Día Internacional del Reciclaje se celebra cada 17 de mayo con el objetivo de crear conciencia sobre la urgencia de tratar los residuos según sus características y cualidades, y así favorecer la protección del medio ambiente con su consecuente mejora en la calidad de vida a nivel local y global.
El reciclaje, es el proceso de recolección y transformación de materiales (que su propietario ya no considera útil y no usa) para convertirlos en nuevos productos; y dentro de los múltiples beneficios, está: el ahorro energético, la creación de nuevos puestos de trabajo, el cierre del ciclo de la materia orgánica (que, de lo contrario, termina en vertederos), la reducción del consumo de riquezas naturales, la disminución del deterioro a la tierra, aire y aguas incluida la flora y fauna que allí vive (daño que puede durar siglos).
Sin embargo, dentro del marco de las llamadas “4R” o “5R” que se refieren a acciones concretas tales como: rechazar campañas para no adquirir productos con exceso de empaque; reducir el consumo, reutilizar los productos/materias dándoles otra utilidad; reciclar y recuperar (o reparar), invitando aminorar nuestro consumo; y, de ese modo, generar menos desechos.
Ahora bien, un factor importante a considerar es que para reciclar (sobre todo la materia no orgánica) se requiere de una implementación tecnológica y una organización sociopolítica eficiente y efectiva. En este contexto, los países que se destacan en esta labor son: Alemania, Austria, Corea del Sur, Eslovenia, Países Bajos y Suiza, y Chile, por su parte, a través de las últimas décadas ha ido avanzando notoriamente en esta materia (Leyes N°19.300, N°20.920, N°27.314, N°31.896, Norma N°3.322, sólo por nombrar algunas); sin embargo, falta mucho camino por recorrer.
Por lo anterior, es imperioso incentivar más cambios legales, tecnológicos, económicos y culturales que nos hagan avanzar hacia una economía circular, con un tratamiento medioambiental responsable y sostenible (aprovechando la experiencia de los países impulsores y acomodándola a nuestra realidad), más aún, sabiendo que el reciclaje es una de las formas más sencillas con las que podemos colaborar con el cuidado y conservación de los hábitantes humanos y no humanos de nuestro planeta.
Y para lograr el éxito en esta tarea es primordial abordarla de forma transversal, reforzando las alianzas público-privadas y aumentando el compromiso gubernamental, industrial, colectivo e individual. Esto implica contar con diferentes formas, no sólo de fiscalización, sino también de sensibilización, motivación y educación, para así ejecutarlo correctamente; distinguiendo los diferentes símbolos que permiten reconocer qué reciclar (papel, vidrios, materia orgánica, diferentes plásticos, metales, entre otros), y dónde depositarlos (contenedores de colores en los Puntos Limpios o recolectores privados, por ejemplo).
Como mujeres masonas, la invitación es a poner en práctica uno de valores más nobles que nos comprometen con nuestro entorno, el de la solidaridad social, tanto sincrónica como diacrónica y, por supuesto, la solidaridad interespecies y colaborar fomentando el compromiso personal y comunitario. De esta forma, seremos parte de la solución y un eslabón virtuoso en el proceso de mejora del entorno de las condiciones en las que viven todos los seres del planeta.
Por Karin Espinoza Godoy, Departamento de Medio Ambiente y Sustentabilidad GLFCH.