En el camino de la igualdad y el respeto, cada 25 de noviembre se erige como un recordatorio inquebrantable de responsabilidad colectiva entre hombres y mujeres. Lamentablemente la violencia contra la mujer está relacionada frecuentemente a estructuras de poder en la sociedad, como el patriarcado y las desigualdades económicas.
Esta fecha, dedicada a la eliminación de la violencia contra la mujer tiene sus raíces en la trágica historia de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa; tres activistas políticas de República Dominicana asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador Rafael Trujillo, debido a la oposición a su régimen, así como la lucha por la libertad y los derechos humanos.
Si bien en el año 1981, durante el 1º Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogotá, Colombia se propuso esta fecha conmemorativa, fue en 1999 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas hizo la proclamación.
La violencia contra la mujer es un fenómeno global que afecta a millones y se manifiesta de diversas formas. En Chile, se han registrado 21 femicidios solo en el primer semestre del año 2024. Si bien las políticas públicas en el país, en materia de erradicación y protección de violencia contra las mujeres han avanzado, existe el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género creado en 2016 en el segundo mandato de la presidenta Michelle Bachelet Jeria, son imprescindibles más acciones que apoyen. En este sentido, la Gran Logia Femenina de Chile, dio un paso significativo al crear en el año 2023 el Departamento de Género.
Si bien es cierto que se ha progresado, la erradicación de la violencia contra la mujer requiere un cambio cultural profundo que comienza desde el hogar: en la crianza es fundamental enseñar valores de respeto, igualdad y empatía; en la adolescencia, incentivar que las primeras experiencias afectivas fueras del hogar sean relaciones sanas, libres de control y abuso y que el contexto familiar .En el contexto familiar, que los roles tradicionales no limiten o sobrecarguen a las mujeres.
En la continua búsqueda por la verdad y el conocimiento, en la Masonería se deben evitar acciones que pudieran silenciar las voces femeninas, es ahí donde la sororidad debe iluminar el camino intra y extra muros. Por otro lado, en la masonería ha predominado una estructura masculina y en los valles del país se comparte el mismo espacio físico de trabajo. Puntualmente aquí: que los principios de libertad, igualdad y fraternidad/sororidad se apliquen sin distinción de género, para que cada logia sea un refugio seguro, libres de juicios o malas interpretaciones.
La historia nos ha enseñado que el cambio es posible cuando nos unimos en torno a un propósito. La masonería, por su parte, enfatiza que el cambio comienza desde adentro: en nosotras, en nuestras logias, en nuestras comunidades para convertir este ideal de eliminación de violencia contra la mujer en una realidad tangible y duradera.
Para reconocer tipos de violencia ejercida contra las mujeres:
Violencia física: cualquier agresión que cause daño físico (golpes/empujones).
Violencia sexual: cualquier acto sexual no consentido, incluye violación, acoso sexual o explotación.
Violencia psicológica: actos y/o palabras que causan daño emocional o mental (desde un piropo hasta amenazas, humillaciones, dominio).
Violencia económica: control sobre los recursos económicos de una mujer, limitar el acceso al dinero o a la independencia financiera.
Violencia cultural: prácticas que perpetúan la desigualdad de género y desvalorizan a las mujeres por su raza, creencia, religión, clase social, identidad de género (ésta puede terminar en femicidio).
Violencia gineco-obstétrica: abusos, maltratos físicos o verbales producidos durante la atención en salud reproductiva.
Por Gabriela Navarrete Trejo, Departamento de Género GLFCH.