Columna de Opinión: Los Derechos Humanos

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“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. 

Así se inicia la Declaración de los Derechos Humanos consagrada por las Naciones Unidas el día 10 de diciembre de 1948. Estos derechos son las normas que protegen las necesidades esenciales de cada persona, son universales e inalienables y el principal encargado de su resguardo y respeto es el Estado, quien debe prevenir, investigar, sancionar y reparar.

Con el advenimiento del golpe de Estado de 1973, el Estado de Chile violó sistemáticamente los Derechos Humanos de miles de chilenas y chilenos por medio de la tortura, el crimen, la persecución, el exilio, la relegación, la exoneración, la pérdida de derechos sociales y comunitarios, la falta de libertad de información, etc.

En los tiempos que corren, los adultos mayores carecen de un sistema de pensiones dignas; las y los trabajadores tienen empleos precarios y sueldos que no les permite cubrir sus necesidades básicas; el grueso de la población desconfía de las instituciones porque se sirven a sí mismas; los niños y niñas no pueden acceder a una educación que les garantice superarse y ser libres, ni qué hablar de la salud y la falta de pluralidad de los medios de comunicación y de la depredación de los recursos naturales.  

No puede por tanto considerarse una sociedad pacífica y justa aquella en donde no se valoran ni respetan los derechos de sus integrantes, ya sea porque se persigue a quien piensa u obra de modo diferente o porque las personas son entidades carentes de dignidad sometidas a obedecer los esquemas de algún sistema político, económico, familiar y cultural.

Si abusamos, corrompemos, manipulamos a través del miedo para generar violencia contra otros o no tenemos disposición a escuchar, o prejuiciamos, o excluimos, estamos preservando y estimulando estas dinámicas.  

La piedra angular de la doctrina masónica es precisamente el libre pensamiento que enriquece a la persona en dignidad y valor, y el engrandecimiento del ser humano a través del mutuo respeto y tolerancia. Aprendemos en nuestros Talleres que la persona humana prevalece a los sistemas, órdenes o teorías. 

Por Minón Undurraga, Corresponsal Logia Ailyn N°18 de Puerto Montt.