Valores Masónicos: La Templanza 

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La templanza, etimológicamente derivada del latín temperantia y el verbo temperare, encierra la idea de moderación y equilibrio, tanto en las emociones como en las acciones. Desde tiempos antiguos, filósofos han explorado esta virtud, considerándola fundamental junto con la prudencia, la fortaleza y la justicia, formando así las cuatro virtudes cardinales. Para Platón es el orden y la armonía de los deseos y pasiones, lograda mediante la razón, la capacidad de poner orden donde hay caos, tanto en el propio interior de la persona como en aquello que la desorienta y provoca.

Por otro lado, Aristóteles la define como la virtud media entre la intemperancia y la insensibilidad. Permite disfrutar de los placeres de manera moderada y racional, sin caer en excesos que puedan dañar el bienestar personal. La templanza, en el contexto heideggeriano, puede interpretarse como una forma de vivir auténticamente, equilibrando las demandas de la existencia diaria con una comprensión más profunda de nuestro ser. Esta autenticidad requiere un equilibrio entre nuestras acciones y nuestros pensamientos, evitando la conformidad con el «uno» (das Man), es decir, las expectativas sociales impuestas.

Mientras que en el Tarot, es representada por el arcano N°14. La templanza simboliza el equilibrio mental y espiritual. Este arquetipo se representa comúnmente vertiendo agua de una vasija a otra, se posiciona equilibrando su paso con un pie en la tierra y otro en el agua, que simboliza e invita a la moderación y el templado de las emociones y pensamientos. Es por ello que la templanza es mucho más que moderación, es la capacidad de manejar con sabiduría nuestros impulsos y emociones en aquellas justicias que buscamos en equilibrio y armonía. La templanza no es sinónimo de inacción, sino más bien la sabia elección de nuestras acciones. 

Por Carolina Meza, Logia Crisol de Triana N°47 de Rancagua.