Fácilmente reconocible por su fuerza musical y la diversidad de sus voces, Carmina Burana es una obra atípica, ya que reúne en una sola creación dos momentos históricos y espirituales distintos de la humanidad. La letra corresponde a manuscritos de los siglos XII y XIII, encontrados en un monasterio de Baviera, Alemania, a principios del 1800. Sería recién en 1936 que el compositor Carl Orff seleccionaría 24 de estos textos poéticos para crear la música con que Carmina Burana es conocida en nuestros días.
Situado en la corriente del Neoclásico, Orff compuso este compendio de obras dando una diversidad de voces y sonidos, recogiendo la idea de que la música es algo que trasciende las diferencias y posee un sustrato común que alcanza a todos los seres humanos.
Los textos poéticos sobre los que se basa Carmina Burana no son creaciones religiosas del arte creado en plena Edad Media, como podría pensarse. Por el contrario, estos versos tienen un sentido profundamente humano, refiriéndose a las pasiones, tentaciones, temores y placeres del mundo profano desde la mirada de sus creadores, conocidos en la época como Los Goliardos. Con este nombre se conocía a monjes y clérigos rebeldes, que habían optado por dejar la tutela del Vaticano, viviendo y trasladándose por Europa para vivir de manera bastante más terrenal, refugiándose muchas veces en tabernas y otros espacios populares, y creando incluso hermandades y cofradías para protegerse y prestar auxilio.
La particular mirada de los Goliardos quedó plasmada en Carmina Burana, ayudándonos a comprender las corrientes y contracorrientes del pensamiento que fluían en el mundo occidental en la Edad Media, y que sirven como antecedente para entender lo que más tarde conoceríamos como Tiempos Modernos. Sin siquiera sospecharlo, Carl Orff y Los Goliardos trabajaron en conjunto para legar a la humanidad una obra que sorprende por sus matices y que ilumina nuestra historia.
Por Marisol Mora Arce, Logia Ailyn N°18 de Puerto Montt
