DE ORIENTE A OCCIDENTE
En cada alborada la luz quiebra la densa oscuridad de la noche, atravesando el cielo hasta instalar su claridad, así, la luz regala su infinito repertorio de colores.
Empédocles de Agrigento creía que en el interior del ojo habitaba un fuego que iluminaba todo, de ese modo se producía la visión. Para la noción contemporánea, la luz es un fenómeno vibratorio de electrones en un campo electromagnético, una onda, y también un caudal energético de fotones, una partícula, que le dan su carácter dual. De acuerdo a nuestra certidumbre científica la luz proviene de la estrella más cercana a nuestro planeta, el Sol. El movimiento de la Tierra en torno al Sol y su inclinación respecto de la eclíptica, determina que la Luz proviene de Oriente y cada seis meses se verifica el día y la noche más larga en cada hemisferio, es decir, los solsticios de verano e invierno respectivamente. La Luz de acuerdo a sus características es tan elusiva como ubicua y en cada rayo de suyo subyace un fotograma de nuestra existencia.
La luz se desplaza en línea recta y su velocidad invariable constituye una de las tres constantes universales y comprendiendo su importancia dentro de la teoría de la relatividad podemos medir con ella ingentes distancias asociándose con unidades de tiempo. La transmisión de datos e información mediante fibra óptica se hace por medio de pulsos de luz que viajan a 300.000 km/seg., es decir, con una instantaneidad casi total.
En nuestros Templos, la Luz que se derrama desde Oriente es la Estrella Flamígera; con su fulgor se encienden en proyección triangular la Belleza, la Fuerza y la Sabiduría. La luz, con materno gesto, acoge en su regazo a la recién iniciada, mostrándole el nuevo camino y su esencia luminosa: la Verdad. La luz de la Estrella Flamígera riela en las joyas del Ara como un testimonio imperecedero de transformación masónica.
Al Mediodía, la luz transita el mosaico definiendo en cada borde su carácter energético y alquímico, perfilando su tónica tangible y elusiva, mostrando su apariencia invisible y transformadora y anunciando su estampa de fuga y vibración. Llegada la medianoche aplaca el crepúsculo e invita a clausurar la jornada como justa restitución de vigor y placer.
Como fuente de energía, vida e información, la luz permanece invisible e inmutable. También en nuestros Templos la luz es una Maestra dispuesta a iluminar a mujeres sin pulimento para hacer de ellas piedra basal de sus vidas.
Por Minón Undurraga
Corresponsal Logia Ailyn de Puerto Montt