El verano nos cautiva tras el día más largo del año, crecemos, florecemos, elevándose al sol con todo lo que estamos destinados a ser.
El Solsticio de Verano marca un ritmo de vida en el planeta, es el fin de la primavera en el hemisferio sur y la entrada del invierno en el hemisferio norte. Este es un ciclo de renovación que marca una nueva etapa para las personas, es un fenómeno que afecta a nuestra energía.
Cuando amanece en este Solsticio el mundo superior coloca los monolitos prehistóricos, marcando el inicio de este tiempo de florecimiento. Las plantas, animales y crías de todas las especies reposan en la calidez y la luz del sol fecundo.
Como pétalos nos abrimos al compás de la música que bailamos, cantamos y celebramos la plenitud de nuestra vida proliferas y creativas, en espera que los demás encuentren las suyas. Las masonas trabajamos para lograr los sueños de justicia social y libertad para todos los seres, mediante la planificación y acción meditativa continua.
Este es el momento culmine del año solar, la vida crece, florece y fructifica. Después de este momento vemos como la luz empieza a disminuir imperceptible y lentamente dando paso a la oscuridad invernal. Pero mientras tanto saboreamos y degustamos nuestras bendiciones.
Estas pausas solsticiales, permiten reflexionar, evaluar y ver hacia dónde queremos ir, expresar deseos e intenciones, comprender los aprendizajes, y sentir nuestra unión con las transformaciones de la tierra y el sol. Es un momento perfecto para detenerse y escuchar los silencios de la naturaleza y recibir lo que está por llegar; abrirse a recibir cosas nuevas, florecer y fructificar. Es el momento de ofrecer al mundo la cosecha y también aprovecharla con todo amor y responsabilidad, como fruto del trabajo personal y seguro que también habrá algo para dejar ir.
De aquí en adelante la tierra se moverá en un ciclo diferente, ya que la luz se va apagando poquito a poquito, los días serán cada vez más largos, una época para encontrar y expresar nuestra propia identidad.
Es el momento en el que el sol se sitúa justo en el ecuador celeste, saliendo por el este y poniéndose por el oeste. Esto, genera que la noche sea la más corta del año y el día el más largo. Diferentes cantidades de luz solar iluminarán las distintas regiones del planeta mientras orbita alrededor del Sol.
Madre Sol, máximo apogeo en luz y calor
En el Solsticio de Verano, nació la doncella Litha en total plenitud, convirtiéndose en una festividad de origen nórdico que hace referencia al Sol cuando se encuentra en su mayor esplendor. De doncella pudo ser la Madre, como arquetipos femeninos y su relación de Doncella, a Madre, a Chamana-premenstrual, a Bruja y volver a empezar. Madre Sol, máximo apogeo en luz y calor.
Así, se celebra la maternidad y la crianza. Ritos de paso de las mujeres que se convertían en madres, con todas las energías asociadas con su cúspide de cualidades y dones puesta al servicio de ella misma, y de todo lo que ama. La fuerza plena del arquetipo de la Madre, en todos sus rostros, comprendiendo que ella es la mujer que brilla, que resplandece, que crea, que sostiene y da la vida, con sus cualidades al máximo de su rendimiento.
Esta celebración permite la valoración y recuperación del amor como ritual sagrado, porque es allí donde moran los caminos para brillar y celebrar a la Madre Sol por sus hijos, su trabajo y creaciones de la naturaleza, como símbolo de las semillas del amor, del respeto y de la admiración de lo femenino.
El solsticio de verano es uno de los momentos más mágicos del año, uno de esos momentos que conducen a la manifestación de poderes mágicos, divinos y misteriosos. Una buena ocasión para la reunión con nuestros seres queridos y el entorno, con el pueblo entre fuego, agua y naturaleza, prácticas ancestrales presentes en diferentes culturas.