Día de la Bicicleta: El Poder Transformador de lo Cotidiano

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«Cuando el día se vuelva oscuro, cuando el trabajo parezca monótono, cuando resulte difícil conservar la esperanza, simplemente sube a una bicicleta y date un paseo por la carretera, sin pensar en nada más».

Arthur Conan Doyle

Cada 3 de junio, al conmemorar el Día Mundial de la Bicicleta, es una invitación a reconocer que un gesto revestido de sencillez –el girar los pedales– contiene una promesa de sustentabilidad y vida sana. La ONU recuerda que cambiar el motor por la bicicleta es un acto de justicia climática, esa misma visión permea la Ley 21.088 que el año 2018 modifica la Ley de Tránsito para incorporar disposiciones sobre convivencia de los distintos medios de transporte. 

La Organización Mundial de la Salud subraya que pedalear reduce riesgos cardiovasculares y calma la ansiedad, mientras nosotros –los ciclistas– descubrimos en el trayecto cotidiano un espacio de reflexión, un breve retiro itinerante que renueva la energía y sitúa los sentidos atentos a la velocidad del paisaje, al viento, al acto impresionante de desplazarnos con nuestros propios músculos y, de preguntarnos de vez en cuando: ¿hacia dónde voy?. 

Pero más allá de lo material, andar en bicicleta es una metáfora de libertad activa —no esa ilusión de autonomía que vende el cemento y el consumo, sino la libertad real de elegir nuestro ritmo, nuestros tiempos, nuestro propósito—. Al desafiar la prisa impuesta por el tráfico y la lógica del automóvil, se convoca una crítica idealista, y es que la manera en que ocupamos el espacio público habla de nuestros valores, de la solidaridad con quienes comparten la vía y de la responsabilidad con el planeta compartido. 

En este Día de la Bicicleta, repensemos nuestras rutas, conectando con el poder transformador de lo cotidiano. En definitiva, que la rueda, al girar, regale la certeza de que el camino hacia un mundo más justo y saludable comienza con un gesto: poner un pie —y luego el otro— sobre el pedal “ad aspera ad astra” («por los caminos ásperos a las estrellas»). 

Por Belén A. Bascuñán Berríos, Logia Mediodía N°49 de Santiago.